miércoles, 16 de julio de 2008

Vivir sin recetas

"Pintando la vida", pintura sobre seda. De Marta Batalla.

El hombre, seducido por la interminable búsqueda de la felicidad existencial, o tal vez impulsado por su instintiva condición de ponerle interrogantes al simple hecho de estar vivo, ha querido desde siempre dotar de una sutil razón a su existencia. O quién no se ha preguntado alguna vez: ¿Hacia dónde vamos?.Cómo querer romper de un débil golpe aquel eterno cristal que nos envuelve en la ineludible mediocridad humana, que nos azota y nos pone de rodillas, a merced de la arrogancia del destino, del azar. Qué difícil es, de pronto, seguir lidiando con la vulgaridad que nos impone la rutina, siempre sometidos a los prejuicios de una sociedad superficial y despojada de sus valores fundamentales. A todo esto, solo resulta simple hallar respuestas poco coherentes o conclusiones a medio terminar; sencillamente vamos al encuentro de nuestra gran ignorancia, como quien desciende accidentalmente al más oscuro de los abismos; y acabamos, a fin de cuentas, sabiéndonos tan lejos de nuestro pedacito de paraíso perdido, tan cerca de esta pesadilla intermitente que algunos llaman vida, este castigo omnipresente que todos ganamos pecando de ambiciosos.Desde mi enfoque, y sin querer dejar en ridículo opiniones ajenas (por más egocéntricas o necias que le hayan sentado a mi subjetividad), apunto sin el menor balbuceo a lo imposible de construir con palabras un rígido puente universal hacia el verdadero sentido de la vida; muy a pesar de unos tantos oportunistas que van rentando borradores con fórmulas baratas, pretendiendo cazar almas desesperadas. Confío en encender -con sacrificio y libertad intelectual - la genuina llama de la esperanza, vislumbrar el sagrado escondite de mis armas secretas, conocer a fondo las claves de esta vida que solo a mí me pertenece, y que debo aprender a compartir con quienes realmente están a mi lado. Estarán, hasta que la cruda mortalidad decida escribir una página más entre otras tantas - páginas llenas de impotencia, triste y repetida historia de aquellos que parten lejos de aquí para nunca regresar -. Quizá se trate tan solo de no desesperar; más bien de soltar la insoportable mochila de nuestro pasado y vivir en base a nuestra propia energía interior; la fuerza del corazón, del amor. Tal vez encontrándonos a nosotros mismos aprendamos a no alinearnos estúpidamente a estilos de vida ajenos: “vivir el día a día sin atender a los problemas del mañana” o “planificar hoy nuestro porvenir para poder vivir en paz en el futuro” son frases y nada más que inútiles frases creadas por algún hombre del montón; que no hacen más que encasillarnos a todos dentro de la infelicidad total, ahogada desesperación por alcanzar objetivos de vida humanamente imposibles, fríos teoremas sin aplicación práctica. Probablemente solo debemos aprender a mirar hacia nuestro interior: para poder abrir nuestros corazones; para darnos cuenta de una vez por todas que solo nosotros somos capaces de comprender nuestra existencia; para vivir sin recetas.


Escribí este texto hace poco más de dos años, en un estado de crisis adolescente. Leerlo siempre me llena de una extraña seguridad.

1 comentario:

eva dijo...

wuau!!
simplemente con eso te digo todo

cada vez que leo lo que escribís, me quedo sin palabras y me gustaría dejar un comentario que parezca inteligente pero, lementablemente, no puedo, me colgaría demasiado y además quedaría como una hueca al lado de lo que acabo de leer.

sin nada que decir
te dejo

espero que me sigas deslumbrando con tus maravillosas palabras

ya me voy
suerte
nos vemos
yo