miércoles, 23 de julio de 2008

Preámbulo de una poesía frustrada

"La mente en un algo", de Silvana Suárez: pintura sobre óleo.

Podría regalarle a su alma una caricia, un verso de madrugada; esos que se escriben a media luz; luchando con la penumbra funesta que sostiene a la noche, entre los corredores infinitos que conducen hacia lo incierto de la mente, hacia la nebulosa onírica de la fantasía. Con la vista entregada a la deriva y una letra entrecortada, sería capaz de deletrear la melodía de aquella voz que no se ha dejado oír más que en los sueños, y describiría hasta el mínimo detalle de ese abrazo mágico, que se desvaneció lejos de mi existencia, tras los pasos de la duda y el desencuentro. Podría trazar una perfecta línea invisible, entre las ruinas de mi deseo y lo que la realidad me mostró, pero formaría un vacío en sus confines, un abismo de soledad tan difícil de ocultar... Para entonces, habré derramado lágrimas, o palabras –que siempre están de sobra, mientras uno sabe que el silencio más cruel será el único en responder a sus súplicas-.
Quisiera poder tomar su mano, decirle a los ojos que su dulzura distante se ha convertido, de pronto, en una necesidad, en la sed agónica que esta vez dibuja un espejismo, sobre los fríos desiertos de una esperanza, que se extingue sin preguntarme siquiera: ¿Qué va a ser de vos?.

viernes, 18 de julio de 2008

Carta abierta al amor de mi vida

Carta dedicada a alguien que aún no conozco...

Amor mío: Mitad lejana de un alma en pena que se desangra de impaciencia, eterno se hace cada minuto que paso esperándote, ¿Dónde estás?. Puede que estas líneas que hoy te dedico las estés leyendo ahora mismo, en el difuso manantial de tus sueños colegiales, en mi desvelo recurrente. O quizás ya sea demasiado tarde para vivir, y tan solo se trate de caminar juntos hacia el gris ocaso, donde tu mano dibuje tiernamente el final de mis días. En la desesperanza o en la ilusión quiero verte llegar sonriente, mía, tan mía. Explícale ahora mismo, si puedes, a este torpe corazón que no sabe de relojes, dile entre susurros que pronto llegarás, que tus ojos serán los asesinos del silencio imposible, porque se desvive por sentir el tibio roce de tus manos, porque sabe que sin ti se perderá en la niebla del engaño y el doble filo de las pieles sin dueño. Ahora conoces más que nadie de sus debilidades, pero no te das cuenta que tus besos son su única medicina, no quieres darte cuenta... Sólo el tiempo, cómplice de la ansiedad, decidirá donde irán a parar mis esperanzas.

El dibujo que antecede al texto se titula "Mensaje en una botella" y es obra de Leonardo Rodriguez Sanchez (http://leonardodibujo.onoblogs.com/)

miércoles, 16 de julio de 2008

La noche (mi primera reflexión)

Noche estrellada, de Vicent Van Gogh

Me encuentro recostado, inmóvil, sobre mi cama; a mi lado solo el ajetreado andar del ventilador intenta sin suerte romper este silencio; un postigo casualmente entreabierto de la ventana que da hacia la galería, deja filtrar la cálida brisa estival. Nada de eso logra inmutarme demasiado, ni siquiera los estremecedores maullidos felinos provenientes de algún pleito circundante. Estoy ensimismado, sumido en un mar de pensamientos y palabras; hoy la bandera de mi fe está a media asta y me siento más lejos que nunca de aquella libertad tan ansiada. ¿Cómo puede un hombre ser esclavo de su propia conciencia?; retorno una y mil veces al punto y no consigo despejar las ideas; los incesantes vaivenes del recuerdo se pierden entre la redundancia de mi reflexión y solo llego tristemente a la sumisa conclusión de siempre: “puede que exista de algún modo aquel sendero viable hacia la verdad en esencia; aún así no me caben dudas de que trasciende los límites de la cordura, más no me interesa intentar atravesarlo de ninguna manera. Creo encontrar únicamente en el olvido la sana y legítima cura a todas las enfermedades del alma”. Luego inclino mi cabeza hacia atrás, al tiempo que exhalo un largo y contenido suspiro de alivio, como quién siente haber cumplido con su deber. La luna –embriagada de melancolía- se rinde a los pies de los mas ínfimos rayos de sol naciente y yo, casi inconscientemente, volteo dándole la espalda a aquel nuevo día, invadido por una profunda somnolencia. Sé que mañana, en uno de mis tantos idas y vueltas por el empedrado boulevard de la vida, algo me conmoverá quien sabe por qué; y para entonces sabré que cuando el sol se recueste sobre los matices del ocaso, llegará la noche, dispuesta a ponerle fin a los agónicos clamores del espíritu. Solo ella, compañera de interminables desvelos, es capaz de llenarme de paz interior.

Vivir sin recetas

"Pintando la vida", pintura sobre seda. De Marta Batalla.

El hombre, seducido por la interminable búsqueda de la felicidad existencial, o tal vez impulsado por su instintiva condición de ponerle interrogantes al simple hecho de estar vivo, ha querido desde siempre dotar de una sutil razón a su existencia. O quién no se ha preguntado alguna vez: ¿Hacia dónde vamos?.Cómo querer romper de un débil golpe aquel eterno cristal que nos envuelve en la ineludible mediocridad humana, que nos azota y nos pone de rodillas, a merced de la arrogancia del destino, del azar. Qué difícil es, de pronto, seguir lidiando con la vulgaridad que nos impone la rutina, siempre sometidos a los prejuicios de una sociedad superficial y despojada de sus valores fundamentales. A todo esto, solo resulta simple hallar respuestas poco coherentes o conclusiones a medio terminar; sencillamente vamos al encuentro de nuestra gran ignorancia, como quien desciende accidentalmente al más oscuro de los abismos; y acabamos, a fin de cuentas, sabiéndonos tan lejos de nuestro pedacito de paraíso perdido, tan cerca de esta pesadilla intermitente que algunos llaman vida, este castigo omnipresente que todos ganamos pecando de ambiciosos.Desde mi enfoque, y sin querer dejar en ridículo opiniones ajenas (por más egocéntricas o necias que le hayan sentado a mi subjetividad), apunto sin el menor balbuceo a lo imposible de construir con palabras un rígido puente universal hacia el verdadero sentido de la vida; muy a pesar de unos tantos oportunistas que van rentando borradores con fórmulas baratas, pretendiendo cazar almas desesperadas. Confío en encender -con sacrificio y libertad intelectual - la genuina llama de la esperanza, vislumbrar el sagrado escondite de mis armas secretas, conocer a fondo las claves de esta vida que solo a mí me pertenece, y que debo aprender a compartir con quienes realmente están a mi lado. Estarán, hasta que la cruda mortalidad decida escribir una página más entre otras tantas - páginas llenas de impotencia, triste y repetida historia de aquellos que parten lejos de aquí para nunca regresar -. Quizá se trate tan solo de no desesperar; más bien de soltar la insoportable mochila de nuestro pasado y vivir en base a nuestra propia energía interior; la fuerza del corazón, del amor. Tal vez encontrándonos a nosotros mismos aprendamos a no alinearnos estúpidamente a estilos de vida ajenos: “vivir el día a día sin atender a los problemas del mañana” o “planificar hoy nuestro porvenir para poder vivir en paz en el futuro” son frases y nada más que inútiles frases creadas por algún hombre del montón; que no hacen más que encasillarnos a todos dentro de la infelicidad total, ahogada desesperación por alcanzar objetivos de vida humanamente imposibles, fríos teoremas sin aplicación práctica. Probablemente solo debemos aprender a mirar hacia nuestro interior: para poder abrir nuestros corazones; para darnos cuenta de una vez por todas que solo nosotros somos capaces de comprender nuestra existencia; para vivir sin recetas.


Escribí este texto hace poco más de dos años, en un estado de crisis adolescente. Leerlo siempre me llena de una extraña seguridad.

lunes, 14 de julio de 2008

La bestia eterna de la mentira


Mírala, agazapada entre las pircas y los muros, mimetizada, se escabullirá cómplice en los labios de cualquier hipócrita que transite su camino; su camino sin regreso. Oye sus pasos audaces y ligeros; nota como se relame con vulgar excitación tras las torpes huellas de su presa; el dolor y la traición son la más dulce fruta que su cobarde lengua ha probado desde que existe la luz, y es que el árbol de la verdad no está hecho para bichos tan pequeños y estúpidos, por mucho que salten o pataleen. No tardará mucho en huir, pero tan pronto como la veas marcharse, despavorida, hacia el oscuro túnel del olvido; reaparecerá. Te acechará furtiva por la espalda, empuñando la afilada guadaña de la falsedad; sonreirá hirviendo al sopor del morbo, con singular aberración. Una y otra vez.
¿No la ves?, ¿será, entonces, que enloquecí más de la cuenta?, ¿o es que me he vuelto demasiado cuerdo últimamente?: Nada de eso, creo yo. Intuyo que no estás prestando atención, que ni siquiera te esforzás por fijar tu mirada; y dejame decirte, sin ánimos de herir tu extraña sensibilidad, que no hay peor ciego que el que no quiere ver –tal como reza un viejo proverbio-. Creeme, también, que no podrás reconocer con facilidad la impureza de la mentira si no te acercás, antes, a la gloria de la verdad; porque desde allí todo es claro y certero.
Yo sí puedo verla: Andando por las calles, entre la gente y sus rostros, en las vidrieras de moda, en la sonrisa de aquella nocturna comerciante de esquina, en los besos de esos desconocidos que juegan sobre el banco de una plaza cualquiera. Siempre está atenta a la menor oportunidad, siempre se sabe dispuesta a hacer daño; se disfraza de libertad y te encadena, pinta tu angustia de una amarga alegría; le recorta las alas a tu alma, jamás podrás volar mientras uses el fácil atajo de la mentira...
La oigo retumbar en el discurso especulado del vendedor de milagros, que se borra sigiloso una vez que los votos ya cayeron en la urna. La observo latir, en los ojos incoloros de ese galancito de cotillón, que baja con burda elegancia de su nuevo coche, memorizándose dos o tres poemas ajenos, para alimentar esta noche su caballerosidad de ficción. Observá a aquella rubia, la chica de oro, la mujer (¿mujer?) de los mil caprichos y la neurona solitaria; hoy vino a cambiar cualquier historia dibujada por una noche de placer sobre actuado y corazones huecos, ¡huecos, qué ironía!. La encuentro en el diario del lunes, en la diosa TV, en el cine; en todo lo que nos vende la gallina del norte, con sus bastones y sus estrellas, enseñando al mundo a mentir...
Puedo sentirlo; ella flota impasible, babélica, fuera del tiempo...Porque, cuenta la historia, que nació mucho antes que la vida misma, junto al eco interminable del silencio. He ahí que a veces, para mentir, ni nos hace falta pronunciar palabra alguna, y la mentira más terrible es aquella que se dice sin decir.